Especialidades

Trauma

El trauma psicológico puede afectar profundamente la vida de una persona, generando una serie de respuestas emocionales, cognitivas y fisiológicas que interfieren en su bienestar y comprometen su funcionalidad. 

¿Qué es un trauma psicológico?

Un trauma psicológico ocurre tras la exposición directa o indirecta a un suceso o sucesos lo suficientemente intensos como para que sea imposible procesarlos e integrarlos adecuadamente.  Este tipo de suceso puede generar sentimientos de miedo, impotencia o terror, debido a la amenaza real o percibida de daño o muerte, y suele ser repentino o inesperado. Sin embargo, no todas las personas que enfrentan un evento traumático desarrollan un trauma. El trauma ocurre cuando la persona siente que no tiene las habilidades necesarias para afrontarlo, y el problema radica en cómo se registra, codifica y almacena ese recuerdo, no en el evento en sí.

Cuando los efectos de un evento traumático superan las capacidades de la persona para manejarlo, pueden surgir síntomas persistentes que afectan su bienestar en diversas áreas. Si estos síntomas continúan y empeoran, puede desarrollarse el Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT). Los síntomas del TEPT incluyen recuerdos intrusivos del evento, reacciones disociativas, malestar psicológico y reacciones físicas intensas, evitación de recuerdos relacionados con el trauma, creencias negativas sobre uno mismo o el mundo.

El trauma puede ocurrir a cualquier edad, pero las experiencias traumáticas en la infancia suelen ser más problemáticas e incluso pueden estar latentes en las diferentes etapas de la vida.  La persona que ha sufrido un trauma suele desarrollar distorsiones en los esquemas mentales fundamentales que utilizan para comprender y adaptarse al mundo. Este impacto puede afectar profundamente su bienestar emocional, generando una sensación de estar atrapado y un malestar constante que puede perdurar a lo largo de la vida. Por lo tanto, es necesario realizar un trabajo psicológico para ayudar a la persona con TEPT a recuperarse en los aspectos físico, mental y social tras lo ocurrido.

Conceptos relacionados:

Trastorno de Estrés Postraumático (TEPT)

El Trastorno de Estrés Postraumático, es una condición que puede desarrollarse después de haber experimentado o presenciado un evento traumático. Los síntomas incluyen recuerdos intrusivos, pesadillas, hipervigilancia, evitación de situaciones relacionadas con el trauma y alteraciones en el estado de ánimo. Si no se trata, el TEPT puede afectar significativamente la vida cotidiana y las relaciones interpersonales.

Trastorno de Estrés Postraumático Complejo (TEPTC)

El Trastorno de Estrés Postraumático Complejo, se origina en experiencias traumáticas prolongadas, como abuso, negligencia o violencia en la infancia. A diferencia del TEPT, el trauma complejo impacta en la identidad, la regulación emocional y la percepción del mundo. Las personas con trauma complejo pueden presentar dificultades para confiar en los demás, sentimientos persistentes de vergüenza y culpa, y patrones relacionales desadaptativos.

Apego y Salud Emocional

El apego es el vínculo emocional que desarrollamos desde la infancia con nuestros cuidadores y que influye en la manera en que nos relacionamos en la vida adulta. Un apego inseguro puede dar lugar a dificultades en las relaciones, miedo al abandono o dependencia emocional. Trabajar en la reparación del apego permite desarrollar vínculos más sanos y satisfactorios.

Disociación y su Impacto

La disociación es un mecanismo de defensa psicológico que permite a la persona desconectarse de la realidad para afrontar situaciones abrumadoras. Puede manifestarse en sensaciones de irrealidad, amnesia parcial o fragmentación de la identidad. Comprender y abordar la disociación es clave para integrar las experiencias traumáticas y recuperar la estabilidad emocional.

Tipos de trauma

Según las características propias de la exposición al evento traumático, nos encontramos: 

  • Trauma agudo: Cuando la exposición a un solo evento es la responsable del desarrollo de la sintomatología. Por ejemplo, un accidente, una muerte, un atraco, una violación, etc. 
  • Trauma repetitivo: Cuando el evento tiene lugar de forma repetida a lo largo del tiempo. Por ejemplo, tortura, abuso sexual continuado, maltrato, etc. 
  • Trauma crónico: Cuando hay una exposición repetida y prolongada a diversos eventos potencialmente traumáticos. Por ejemplo, cuando se dan conjuntamente abuso físico y verbal intrafamiliar. 
  • Trauma acumulativo: Cuando el evento va adquiriendo más carga traumática a lo largo del tiempo, de diversas formas y desde diferentes fuentes. Por ejemplo, cuando la persona se expone sucesiva o simultáneamente a abuso verbal, críticas, desprecio, bullying, etc.
  • Trauma secundario o vicario: Cuando la persona desarrolla síntomas de trauma no por exposición directa al evento, sino por el contacto continuado con víctimas. Por ejemplo, profesionales de la psicología, del ámbito sanitario, ámbito policial, bomberos/as, etc. 

En función del alcance de la sintomatología postraumática: 

  • Trauma simple: Suele ocurrir tras la exposición a un evento y genera una sintomatología de mejor pronóstico. Por ejemplo, tras ser testigo de un atraco. 
  • Trauma complejo: Es producto de la exposición a múltiples eventos traumáticos, prolongados en el tiempo y normalmente de naturaleza interpersonal. Esto provoca un gran impacto a nivel psicosocial generando una sintomatología de mayor gravedad y con afectaciones mucho más severas y limitantes para la persona alcanzando diversos ámbitos (personal, familiar, laboral, social, etc.). Por ejemplo, entre otros, se encuentra trauma complejo en personas sometidas a maltrato y violencia crónicas por parte de la pareja o en el sistema familiar. 

Según el número de personas afectadas por el suceso o sucesos traumáticos y a la relación entre ellas, distinguimos: 

  • Trauma personal: Es el que afecta a una única persona. Por ejemplo, el sufrido por una persona que sufre tortura, abuso sexual, bullying o un accidente. 
  • Trauma familiar: Cuando alcanza a varios miembros de una misma familia directa o indirectamente. Por ejemplo, la muerte o suicidio inesperado de un miembro de la familia, la emigración o la convivencia con una persona con enfermedad mental grave que afecta a padres, hermanos/as, abuelos/as, etc. 
  • Trauma colectivo: Cuando le ocurre a un conjunto de personas, comunidades o sociedades completas. Por ejemplo, los provocados por regímenes políticos autoritarios, genocidios, hambrunas, desastres naturales, esclavitud, guerras, pandemias mundiales, etc. 
  • Trauma intergeneracional: Es el que tiene lugar entre dos generaciones, entre padres e hijos/as. Por ejemplo, una madre que vive un incendio, genera una serie de creencias, pensamientos y formas de afrontar el mundo que puede trasladar a sus hijos/as en la educación, de manera que éstos actúen cargando con las consecuencias de dicho trauma. 
  • Trauma transgeneracional: Es el que se transmite a través de varias generaciones. Por ejemplo, las generaciones posteriores a los supervivientes del holocausto muestran sintomatología post-traumática asociada al mismo. 
Cerebro triuno (McLean)

¿Qué sucede en nuestro cerebro cuando sufrimos un trauma?

  • El cerebro humano o racional: Se encarga, entre otros, del lenguaje, de la conciencia, del razonamiento, de la toma de decisiones y de la regulación de impulsos. En él se encuentran la ínsula y la corteza prefrontal entre otros. 
  • El cerebro mamífero o sistema límbico: Se encuentra situado encima del cerebro reptiliano y se encarga del procesamiento emocional. Entre otras estructuras, lo forman el sistema límbico, el hipocampo, el cíngulo y la amígdala. Este sistema guarda la información sobre lo que la persona aprendió que es seguro o peligroso y se encarga de la activación rápida del organismo ante una situación de emergencia sin dar prioridad al razonamiento. 
  • El cerebro reptiliano: Se encuentra en el tronco cerebral. Está implicado en procesos automáticos (respiración, sueño, digestión, excreción, etc.). Está formado por el tallo cerebral, el cerebelo, el sistema reticular y los ganglios basales. 

Cuando el organismo se enfrenta a situaciones amenazadoras, son activados varios sistemas neurobiológicos que implican alteraciones a distintos niveles. El cerebro procesa la información que le llega desde el exterior a través de los sentidos, es enviada por la médula espinal y llega al cerebro. En el cerebro, la información sensorial llega a la amígdala que es como un sensor del cerebro que identifica, de manera rápida y automática, si la información entrante es relevante para nuestra supervivencia. Lo hace con ayuda del hipocampo que relaciona la nueva información con las experiencias del pasado y permite categorizar la experiencia como amenazante o no amenazante. Del hipocampo, la información pasa al giro cingulado que se encarga de negociar entre la parte frontal y el resto. Por otro lado, las señales corporales son recogidas por la ínsula e integradas al resto de información.

Si no se detecta amenaza, la información sigue el camino de subida hacia la corteza prefrontal, un proceso más lento pero que supone una interpretación consciente y mucho más real de la situación. En este caso, nuestra respuesta ante la situación es desde la calma. Si se detecta amenaza, predomina el camino de bajada, hacia el cuerpo. La corteza no frena a la amígdala, ésta se hiperactiva y a través del sistema de hormonas del estrés (cortisol, adrenalina, noradrenalina y dopamina, entre otras) y del Sistema Nervioso Autónomo, tiene lugar una respuesta de supervivencia. En concreto: 

  • Lucha: Irascibilidad, alerta, respuestas de sobresalto, aceleración de la respiración, autolesionarse, control excesivo, etc. 
  • Huida: Conductas como el aislamiento y reacciones como la negatividad, la evitación, pensamiento rumiativo, perfeccionismo, adicciones, inquietud, etc. 
  • Sumisión: Complacencia, falta de identidad y de límites, conductas de apaciguamiento, autocrítica, etc. 
  • Colapso: Dificultad para tomar decisiones, sentirse estancado y/ o dejar de sentir, agotamiento, aislarse, aparente normalidad (la persona parece funcional, pero en realidad está totalmente desconectada), etc. 

En esta última opción, puede aparecer sintomatología traumática disociativa acorde a la complejidad del caso. Entre ellos, la despersonalización (sensación de estar fuera del cuerpo, verse desde arriba o no reconocer partes del cuerpo), desrealización (percepción de que lo de alrededor es extraño e irreal, hasta el punto de que parece un sueño), amnesia (lagunas en el pasado reciente o despistes), distorsión del tiempo (sensación de que el tiempo avanza más rápido o más despacio de lo que habitualmente se percibe), distorsión de la identidad (no reconocer ciertas facetas de uno mismo), fragmentación de la personalidad, aparición de voces, somatizaciones, etc.

¿Cómo detectar que sufrimos un trauma?

  • A nivel emocional: Desregulación, estado emocional negativo, baja autoestima, miedo a no ser capaz de enfrentar una situación o conflicto, miedo al abandono, a los cambios positivos, indefensión, alexitimia (incapacidad de identificar sentimientos y expresarlos), rabia, tristeza, culpa, vergüenza, desconfianza, desesperación, hipocondría, ansiedad, depresión, etc.
  • A nivel cognitivo: Rumiaciones, distorsiones cognitivas, creencias irracionales, pensamientos automáticos e intrusivos sobre nuestra persona, sobre las demás o el mundo, sentimiento de pérdida de control, falta de atención y concentración, etc. 
  • A nivel conductual: Cambios de hábitos y de comportamiento, mayor rigidez, hipervigilancia, irritabilidad, agresividad, evitación de lugares, situaciones, actividades o personas, dependencia, codependencia y búsqueda constante de validación por los demás, tendencia al aislamiento, incoherencias entre lo que se hace y piensa, exposición a situaciones peligrosas o a personas que nos hagan daño física o emocionalmente, dificultad para establecer límites, autolesiones, conductas suicidas, alteraciones de la conducta alimentaria, abuso de sustancias, comportamientos compulsivos, etc. 
  • A nivel psicosomático: Síntomas físicos sin explicación médica, de origen emocional. Hipertensión, taquicardias o hipotensión y bradicardias, tensión y/o dolor muscular, articular u óseo, dolor de cabeza, alteraciones digestivas y del sueño, problemas en la piel, problemas sexuales, bloqueo, parálisis, sensación de fatiga y agotamiento, etc. Las enfermedades autoinmunes pueden tener un componente psicosomático que, si recibe el tratamiento psicológico adecuado, puede ser determinante en la evolución de dicha enfermedad

Objetivos en la intervención del trauma

  • Reducir el malestar emocional para afrontar de mejor manera el día a día. 
  • Detectar los pensamientos, creencias, interpretaciones y rumiaciones en torno a lo sucedido para realizar un proceso adaptativo de la información.
  • Sustituir las estrategias de afrontamiento ineficaces por otras que lleven al crecimiento y el avance hacia la recuperación. 
  • Trabajo de las experiencias traumáticas (memorias emocionales, cognitivas y corporales) durante la sesión. 
  • Promover que la persona reconecte con su entorno y salga de la evitación. 

Al inicio de la intervención, es fundamental dotar de herramientas y recursos a la persona afectada para que pueda sobrellevar los síntomas que le produce el trauma y afrontarlos, de manera que vaya pasando a un estado de menor activación fisiológica y/o mental, pero sin estar desconectada, y de más autocontrol (a través de la respiración abdominal, técnicas diversas de relajación, identificación de pensamientos y creencias irracionales, comunicación asertiva, identificación y manejo de emociones…). Finalmente, se llevará a cabo la intervención directa o indirectamente del trauma y de las situaciones relacionadas.

Otras especialidades

También te puede interesar

Abuso narcisista

El abuso narcisista es una forma de maltrato emocional, psicológico e incluso físico que puede dejar profundas secuelas en quienes lo sufren. Se caracteriza por la manipulación, la falta de empatía y el control ejercido por una persona con rasgos narcisistas sobre su víctima.

Depresión, tristeza

La tristeza es una emoción natural que todos experimentamos en distintos momentos de la vida. Sin embargo, cuando la tristeza se vuelve persistente y afecta nuestra capacidad de disfrutar el día a día, podría tratarse de depresión.

Autoestima

La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos, influenciando en cómo nos enfrentamos a los desafíos y cómo nos relacionamos con los demás. Una autoestima saludable nos permite tomar decisiones desde la confianza y el respeto, tanto hacia nosotros mismos como hacia los otros.

Ansiedad, miedos, fobias

En Balam Psicología, ofrecemos acompañamiento especializado para ayudar a las personas a comprender y manejar los trastornos de ansiedad, proporcionando recursos para su recuperación y bienestar.

Otros tratamientos

  • Estrés
  • Dependencia emocional
  • Trastornos disociativos
  • Trastornos de personalidad
  • Trastornos de síntomas somáticos y trastornos relacionados