En el seno de una familia narcisista, los roles no son casuales ni equitativos, existe una estructura rígida y altamente destructiva, que asigna funciones psicológicas a sus miembros, con la finalidad de mantener el equilibrio disfuncional del sistema familiar. Uno de los roles más dolorosos y silenciados es el del chivo expiatorio, una figura clave en el mantenimiento de las dinámicas familiares narcisistas.
¿Qué es una familia narcisista?
Una familia narcisista gira en torno a las necesidades emocionales de uno o varios miembros con rasgos narcisistas extremos, a menudo un progenitor, pero pueden ser ambos, incluso algún otro miembro del sistema, como uno o varios hermanos. Según Iñaki Piñuel, este tipo de estructura familiar, se sostiene mediante dinámicas relacionales desequilibradas, que incluyen la manipulación y proyecciones profundamente destructivas hacia ciertos miembros de la familia. Todo gira en torno a mantener la imagen idealizada del/los narcisista/s, a cualquier costo emocional para los demás (Piñuel, 2014). La imagen que proyectan en el exterior es lo más importante para una familia narcisista, esa imagen, es el objetivo que hay que mantener a cualquier precio.
El Chivo Expiatorio: el portador de la sombra familiar
En una familia narcisista, el chivo expiatorio es el miembro (frecuentemente uno de los hijos), que recibe la carga de todo lo “negativo” que la familia o el narcisista no puede aceptar en sí mismo. Este mecanismo es descrito de manera simbólica y antropológica por René Girard (1972), quien señala que el sacrificio del chivo expiatorio en las sociedades antiguas, funcionaba para restablecer un orden social amenazado por el conflicto y la violencia interna. En el caso de la familia narcisista, el chivo expiatorio cumple una función similar: sufre un linchamiento constante, ataques, humillaciones y rechazo para mantener la ilusión de «normalidad» o de «bondad» de la que carecen sus perpetradores.
El narcisista (o los narcisistas, si son varios miembros de la familia), proyecta en este hijo sus propias partes negadas: su vulnerabilidad, su mediocridad, su incapacidad de amar o ser amado y en el peor de los casos, su maldad y su perversidad. Esta proyección, según Piñuel (2014), sirve como mecanismo de defensa narcisista para preservar una autoimagen grandiosa, una imagen falsa. Por otro lado, el hijo chivo expiatorio suele ser el miembro más sensible, reflexivo o incluso éticamente más íntegro que los demás, lo que le convierte en una amenaza para la narrativa familiar.
El viaje del Chivo Expiatorio: de víctima a sobreviviente
Cuando el chivo expiatorio logra identificar la disfunción familiar y romper el abuso y el vínculo traumático con su familia, inicia un proceso doloroso y complejo de recuperación. Esta salida puede ser física (alejamiento o corte de contacto), pero más profundamente es un acto simbólico de individuación, como lo describe Sylvia Brinton (1986). Para Brinton, el chivo expiatorio es también una figura arquetípica que representa al que “carga con el mal del colectivo”, y cuya redención solo llega cuando reconoce que la carga no era suya.
Salir del sistema narcisista no solo implica dolor y duelo (por la familia idealizada que nunca existió), sino también una transformación profunda de la identidad. Muchas veces, al liberarse, el chivo expiatorio enfrenta nuevas formas de violencia emocional por parte de la familia narcisista: aislamiento, difamación familiar o triangulación con otras personas. Sin embargo, esta ruptura también representa una oportunidad para reconstruir una identidad libre del rol impuesto y con el tiempo, libre del maltrato y del sufrimiento al que le han sometido.
¿Qué hace el sistema familiar cuándo el chivo expiatorio se va?
La teoría de Girard ayuda a entender este fenómeno desde una perspectiva social: si el sistema pierde a su víctima, a su chivo expiatorio, su equilibrio se ve amenazado. El narcisista necesita proyectar su sombra en alguien, y al desaparecer el receptor habitual, es probable que busque un nuevo objetivo dentro o fuera de la familia. Esto explica por qué otros hermanos, la pareja del chivo expiatorio o incluso colegas laborales pueden convertirse en nuevas víctimas.
Además, la narrativa familiar puede cambiar radicalmente (aunque habitualmente, la campaña de difamación social es permanente y se encuentra en el sistema familiar desde que el chivo expiatorio es un niño). El chivo expiatorio será acusado de “traidor”, de “mentalmente inestable” o de ser un “desagradecido”, con la intención de que los demás lo perciban como una persona desequilibrada. Este mecanismo busca preservar la cohesión del grupo y deslegitimar la verdad ante los demás del que se marcha. El narcisista no soporta que su fachada se derrumbe ante los otros (dentro de él, no hay nada, es como una cáscara vacía), y hará cualquier cosa para preservarla.
La redención del Chivo Expiatorio
La salida del sistema, aunque traumática, permite al chivo expiatorio iniciar un camino de individuación, sanación y autorrealización. Es en este proceso donde puede reconectarse con su valor intrínseco, diferenciar entre su identidad real y la imagen que le fue proyectada, y construir vínculos más sanos con los demás.
Conclusión
El rol del chivo expiatorio en la familia narcisista es profundamente doloroso y destructivo, pero también encierra la posibilidad de realizar una transformación. Comprender estas dinámicas familiares perversas, nos permite ver que lo que parece una maldición puede convertirse, con tiempo, trabajo interno y a menudo con distancia física de los abusadores, en una fuente de sabiduría y redención.
Salir del sistema narcisista no es una traición, sino un acto de sanación personal y, a menudo, intergeneracional. Y aunque el camino es arduo, también es sanador y profundamente liberador.
Referencias
- Brinton Perera, S. (2018). El complejo de chivo expiatorio. Hacia una mitología de la sombra y la culpa. Madrid: Sirena de los vientos.
- Girard, R. (1972). La violencia y lo sagrado. Barcelona: Anagrama.
- Piñuel, I. (2020). Familia Zero, cómo sobrevivir a los psicópatas en familia. Madrid: La esfera de los libros.